¿Has escuchado alguna vez que el intestino es el segundo cerebro? El motivo de este dicho te lo explicamos en este blog.
El intestino tiene más neuronas que la espina dorsal y actúa independientemente del sistema nervioso central. Ese cerebro “independiente” y su compleja comunidad microbiana influyen en el bienestar general de un individuo.
El intestino se trata del órgano sensorial más grande que recoge información sobre la calidad de los nutrientes, sobre cómo están las células inmunes o las hormonas de la sangre. Se encarga de enviar toda esa información al cerebro para que la vincule con nuestras emociones y pensamientos.
Tiene su propia autonomía para ponerse en funcionamiento, no necesita la orden del cerebro para ello, al contrario de la mayoría de los órganos.
Lo que manda al intestino es el sistema nervioso entérico (SNE), que es una subdivisión del sistema nervioso autónomo, encargado de controlar directamente el aparato digestivo.
Ese sistema nervioso se extiende por el tejido que reviste el sistema digestivo y tiene sus propios circuitos neuronales. La estimulación directa de este sistema nervioso es gracias al nervio vago.
El nervio vago se conoce como uno de los principales nervios del sistema nervioso y es considerado el nervio craneal más largo, ya que se prolonga desde el bulbo raquídeo hasta el abdomen, atravesando la región cervical, el tórax y la cavidad abdominal.
Aunque el intestino funciona independientemente del Sistema Nervioso Central (SNC), se comunica con él a través de los sistemas simpático y parasimpático.
Es interesante también pensar que en torno al 80%-90% de la serotonina del cuerpo, la denominada hormona de la felicidad, se segrega en el tracto gastrointestinal.
La serotonina es un neurotransmisor que afecta a muchas funciones corporales, como el peristaltismo intestinal. También está asociada a muchos trastornos psiquiátricos. Su concentración puede verse reducida por el estrés e influye en el estado de ánimo, la ansiedad y la felicidad. Varios estudios con humanos y animales han mostrado evidencias de diferencias en el microbioma intestinal de los pacientes con trastornos mentales como la depresión.
La serotonina es producida por las células intestinales gracias a que éstas se alimentan del ácido butírico, uno de los ácidos grasos de cadena corta producido en el intestino grueso por la microbiota.
Como conclusión principal, tan importante es tener la microbiota intestinal en equilibrio para sentirse bien a nivel gastrointestinal como para tener una mente fuerte y saludable.